EL PODER DE LA ORACIÓN

martes, mayo 16, 2023



Porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
(2 Corintios 10:4)

La guerra de trincheras se ha usado algunas veces en el arte militar a lo largo de la historia moderna. En la época de la Guerra Civil Estadounidense, en la década de 1860, algunos de los generales de la Unión y de los estados Confederados empezaron a emplearla como una estrategia defensiva más. El rango de alcance y la velocidad cada vez mayores de las armas de fuego habían alcanzado un nivel lo suficientemente alto como para que los ejércitos ya no pudieran conformarse con marchar contra otro en columnas, lo que producía una gran cantidad de víctimas en ambos bandos.
Sin embargo, las ametralladoras pesadas y veloces de la Primera Guerra Mundial no dejaron otra opción. Cavar la tierra y esconderse en las trincheras se transformó en el método estándar de
supervivencia.

 A lo largo de los campos de batalla del frente occidental en Europa, una especie de red de trincheras comenzó a emerger a ambos lados del conflicto. De 1914 a 1918, las fuerzas aliadas se atrincheraron contra el ejército alemán y los poderes centrales. Una espantosa guerra avanzó con dificultad y sin miras de tener un final.

El beneficio de las trincheras era la protección, pero a expensas de la movilidad. Cuando las tropas intentaban avanzar sobre su oponente, las barricadas de alambre de púa y los muros
fortificados eran difíciles de penetrar. Los disparos largos y arqueados eran la mejor opción.
Cualquier intento de obtener el factor sorpresa parecía casi imposible. En estas condiciones, no se podía vencer al enemigo. La batalla seguía y seguía… hasta que aparecieron los tanques.
Gran Bretaña, bajo el gobierno de Winston Churchill, desarrolló el primer tanque militar de la historia, al diseñar un vehículo armado sobre el chasis de un tractor. Era casi como un barco sobre
tierra. La combinación del acero con una capacidad todo terreno transformaron de inmediato la naturaleza de la batalla de una operación casi puramente defensiva a una de movilidad ofensiva… y terminó dando vuelta por completo el resultado de la guerra. La posibilidad de avanzar en forma activa y estruendosa contra el enemigo, dentro de la protección del tanque, llevó a su fin la necesidad
de cavar y esperar lo mejor.

La oración es nuestro tanque armado; cuando el pueblo de Dios la pone en acción, «las puertas del Hades no prevalecerán contra [él]» (Mat. 16:18). La oración es nuestra mayor arma de ataque en la batalla.
Por cierto, el apóstol Pablo la usaba de esa manera. Después de enumerar distintas partes del equipamiento conocido como la «armadura de Dios» (Ef. 6:13), menciona la oración como un
elemento esencial para la guerra espiritual, al igual que el escudo, la espada y el yelmo. «Orad en todo tiempo en el Espíritu», declaró (v. 18). Para él, la oración era una fuerza impulsora, un ariete que lo propulsaba hacia delante en su búsqueda de la voluntad de Dios. «Y orad por mí», dijo en el versículo siguiente, «para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio» (v. 19).

 La oración era la estrategia de batalla que necesitaba para impulsarlo a la victoria.
En realidad, escribió esto desde la prisión, como un «embajador en cadenas» (v. 20). Piensa en cuántas capas de fría realidad lo separaban de algo que se asemejara a la continuación de su ministerio. Sin embargo, desde lo profundo de su situación confinada, la oración todavía hacía agujeros en cualquier obstáculo que se interponía entre él y su próxima tarea. Estar atado de pies y manos, y aun así ser lo suficientemente audaz como para considerarte libre y listo para participar en lo que Dios tenga preparado NO es lo que piensa la gente común... a menos que sean personas de oración.

La oración puede hacer de todo. Porque, con Dios, «todo es posible» (Mat. 19:26). La oración puede extenderse y abordar cualquier problema que alguien enfrente en la tierra. Puede iniciarse en silencio, sin que el enemigo siquiera pueda oír la conversación transformadora que tenemos en nuestra mente y nuestro corazón con nuestro Comandante en Jefe.
Entonces, no estamos hablando de un simple ritual inofensivo de una iglesita. Tampoco de un penoso vagabundo que pide una limosna, casi seguro de que no la recibirá. Aquí hay fuerza bruta.

Hay acceso al Dios Todopoderoso. Hay seguridad de Su soberanía. Hay audacia que ninguna resistencia enemiga puede robarnos, a menos que la entreguemos. Y eso solo sucede cuando no oramos.

«La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (Sant. 5:16). El profeta Elías, como dice este mismo pasaje en Santiago: «oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra
durante tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto» (vv. 17-18). Orar significa que el poder de Dios que obra milagros siempre es una solución posible a todo desafío que tengamos por delante.

Orar proporciona un plan espiritual ilimitado de datos, y nunca tenemos que preocuparnos por salir de la zona de cobertura. Podemos «orar sin cesar», como dice la Biblia (1 Tes. 5:17), y saber que Dios nos escucha con total claridad en todo momento. La oración es el acceso privilegiado al Dios del universo que compró y pagó la sangre de Su Hijo para nosotros y para todos los que lo reciben libremente como Señor.

Pablo dijo que, si le presentamos nuestras peticiones a Dios «mediante oración y súplica con acción de gracias» (Fil. 4:6), el resultado es un increíble intercambio de energía. En lugar de
quedarnos cargados y abrumados por el temor y la preocupación de las circunstancias, se nos da «la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento» (v.7). Esta clase de paz impenetrable opera como una guardia armada alrededor de nuestros corazones y nuestras mentes (un agente de paz, se podría decir), al evitar que nuestras emociones desgastadas nos hagan actuar por miedo o desesperación. 

La oración nos permite descansar y confiar.
Es como una sesión de consejería permanente, las 24 horas del día, sin necesidad de cita previa.
Simplemente, te presentas… y esperas encontrar a tu Consejero —una de las maneras en que Jesús describe al Espíritu Santo (Juan 16:7)—, que siempre comprende completamente tu situación y está listo para impartir sabiduría oportuna. Incluso cuando la verdad implique confrontarnos con nuestro
pecado, también nos recordará la justicia de Cristo, que lo cubre todo con Su gracia y misericordia, y también nos recordará la muerte segura de nuestro enemigo (Juan 16:8-11). Así que, en oración, no hacen falta los secretos. Hay una sinceridad perfecta, una libertad perfecta, un perdón perfecto y una confianza perfecta.

La oración es todas estas cosas y más… como ya sabemos y descubriremos. Y, por esta razón, la primera observación sobre la oración es: ¿Por qué la practicamos tan poco? Con todo lo que la
oración puede ser para nosotros, ¿por qué a veces decidimos no orar? 
Sin duda, es sabio esforzarse, planificar e intentar ser responsable. Son todas buenas opciones para enfrentar la vida. Pero si no añadimos la oración para animar estas cualidades nobles con el poder y la sabiduría de Dios, ellas por sí solas no logran demasiado. La oración es lo que satura todos nuestros esfuerzos y las inquietudes genuinas de nuestro corazón con la capacidad ilimitada de Dios. Es lo que enmarca nuestros problemas apremiantes y pasajeros dentro de la perspectiva eterna del Señor, mostrándonos cuán temporales además de tolerables y posibles de superar son en realidad nuestras batallas más intensas.

 La oración significa esperanza, implica ayuda, representa alivio, conlleva poder. Todo esto, en grandes cantidades.

Señor, te pido que me perdones por los momentos en que no he valorado ni creído en el poder de la oración que me has ofrecido. He intentado resolver mis problemas de otras maneras.
Pero ninguna ha resultado eficaz. Padre, quiero aprender a orar con fe. Quiero acercarme más a ti. Anhelo experimentar esta clase de seguridad y libertad para creer en ti, depender totalmente de ti y marchar a la batalla de tu mano. Te pido que me guíes a medida que intento
confiar más en ti. Entréname, capacítame, transfórmame en un poderosa guerrera de oración. Glorifícate a través de mí a medida que confío en ti. 
En el nombre de Jesús, amén.
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PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA ORACIÓN



El primer sermón completo de Jesús que se registra en la Escritura explica los principios básicos de la oración (Mat. 5–7). Jesús les enseñaba y desafiaba a Sus seguidores a velar y orar (Mar. 14:38), y a orar en lugar de darse por vencidos (Luc. 18:1). Enojado, sacó a los cambistas del templo, gritando: «MI CASA SERÁ LLAMADA CASA DE ORACIÓN» (Mat. 21:13).
Le regaló al mundo el modelo de oración más maravilloso de todos los tiempos (Mat. 6:9-13) y, más adelante, pronunció la oración sacerdotal más poderosa de la historia (Juan 17).
Antes de ser traicionado y crucificado, Jesús se arrodilló a solas en el huerto de Getsemaní y oró de manera tan profunda y desesperada que Su sudor se transformó literalmente en gotas de sangre (Luc. 22:44). Incluso mientras sufría y agonizaba sobre la cruz, oró en voz alta tres veces antes de exhalar Su último aliento. Más adelante, luego de ascender al cielo, envió a Su Espíritu para que llenara a los creyentes y nos llamara específicamente a una oración más eficaz (Rom. 8:15-16).
Ahora, como nuestro Sumo Sacerdote, Jesús está a la diestra del Padre y vive intercediendo por nosotros (Heb. 7:23-28).
Andrew Murray escribió: «La vida y la obra de Cristo, Su sufrimiento y Su muerte, se fundaron sobre la oración: depender totalmente de Dios el Padre, confiar en Él, recibir de Él y rendirse a Él.
Tu redención fue posible gracias a la oración y la intercesión. La vida que Jesús vivió por ti y que vive en ti es una vida que se deleita en esperar en Dios y recibir de Su parte. Orar en Su nombre es orar como Él oró. Cristo es nuestro ejemplo porque es nuestra cabeza, nuestro Salvador y nuestra vida. En virtud de Su deidad y de Su Espíritu, puede vivir en nosotros. Podemos orar en Su nombre porque permanecemos en Él y Él permanece en nosotros».

El inicio de la iglesia del Nuevo Testamento y de toda la historia cristiana solo puede entenderse a través de la lente de la oración poderosa. Pedro se apoyaba en esto en forma constante y Pablo era prácticamente adicto a la oración (Fil. 1:4-5; 1 Tes. 5:17).
Los misioneros cristianos más conocidos de la historia fueron hombres y mujeres de oración.
Hudson Taylor causó un impacto sin precedentes en China a fines del siglo XIX, al establecer la Misión al Interior de China. Inauguró 125 escuelas y llevó a miles de personas a la fe en Cristo. En un libro que escribieron su hijo y su nuera, ellos revelaron que El secreto espiritual de Hudson Taylor era que caminaba en obediencia y cercanía a Dios en oración. Howard Taylor escribió sobre su padre: «Durante 40 años, el sol no salió en China ni un día sin que Dios lo encontrara de rodillas».

En Inglaterra, un hombre humilde llamado George Müller estuvo al frente del orfanato Ashton Down en Bristol y cuidó a más de 10.000 huérfanos a lo largo de su vida. Lo hizo sin pedirle dinero a nadie. Oraba en secreto y observaba cómo Dios proveía en público. Cuando murió, había registrado relatos detallados de más de 50.000 respuestas documentadas a la oración en sus diarios.
Su ejemplo y sus enseñanzas sobre la oración han bendecido a millones de personas en todo el mundo.
Una de ellas fue el gran predicador inglés, Carlos H. Spurgeon. Miles se reunían cada semana a escuchar los mensajes poderosos y explicativos de este «príncipe de los predicadores», quien enseñó y escribió mucho sobre el poder de la oración. Cuando llegaban visitas a su iglesia de New Park Street, solía llevarlos a la sala de oración en el sótano, donde había gente fiel de rodillas que intercedía a Dios por Spurgeon y su comunidad. Spurgeon declaraba: «Esta es la central eléctrica de esta iglesia».
En Estados Unidos, Juan Wesley y Jonathan Edwards ayudaron a iniciar los grandes avivamientos del siglo XVIII que cambiaron radicalmente la cultura norteamericana, y la llevaron de una maldad desenfrenada a una contagiosa búsqueda de Dios. Su estrategia incluía predicar la Palabra de Dios mientras se llamaba a los creyentes y se los unía en una oración sincera y extraordinaria.
Y estos ejemplos son solo una gota en el océano de personas que, a través de los años, han descubierto y experimentado a Dios de rodillas.
Cada uno ha recibido un rico legado del poder y la importancia de la oración, tanto en la Escritura como en la historia cristiana. Cada generación necesita creyentes valientes que confíen en Dios y en Su Palabra, que tomen la antorcha de la intercesión y continúen así el poderoso legado de pararse fielmente en la brecha y buscar Su corazón en oración. Esperamos que cada mensaje enriquezca tu relación con el Señor y te prepare para caminar más cerca de Él mientras te transformas en un guerrero de oración más comprometido y eficaz para Su gloria.
Ningún programa o encuentro religioso, esfuerzo político o causa humanitaria puede superar el maravilloso poder de lo que Dios es capaz de hacer en respuesta a las oraciones de Su pueblo. ¿Qué sucedería si los creyentes y las iglesias de hoy imitaran a los grandes personajes bíblicos y de la historia cristiana, y comenzaran a orar con poder y eficacia? ¿Y si decidiéramos ponernos a cuentas con Dios y comenzáramos a buscar Su rostro con humildad y fe para un avivamiento y un despertar espiritual, como sucedió durante el primero y el segundo gran avivamiento? ¿Qué podría hacer Dios a través de nosotros? ¿A través de ti? ¿Estás listo para orar por esto?
Padre, vengo a ti y te doy gracias por el gran legado de oración que nos has dejado. Te pido que derrames tu Espíritu Santo sobre mí y sobre tu iglesia. Atráeme a un caminar diario y más íntimo contigo. Que la oración se vuelva tan natural para mí como respirar, y que puedas obrar a través de mis oraciones para ayudar a que venga tu reino y se haga tu voluntad en mi corazón, mi hogar y mi generación. En el nombre de Jesús, amén.

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EL LEGADO DE LA ORACIÓN

jueves, marzo 02, 2023



¡Oh tú, que escuchas la oración! Hasta ti viene todo hombre. (Salmo 65:2)

La oración tiene todo el alcance del poder de Dios. Es un don hermoso, misterioso y que inspira reverencia. No hay mayor privilegio que poder hablar personalmente con el Dios Todopoderoso y que Él atienda nuestro ruego. No hay problema al que la oración no pueda hacerle frente, porque nada es demasiado difícil o imposible para Dios. Y no hay mejor legado que podamos dejar que el de la fidelidad en la oración.
Entonces, no debería sorprendernos descubrir que, en la Biblia, los hombres y las mujeres más exitosos en lo espiritual siempre fueron personas de oración. Abraham caminó por fe pero fue guiado en oración, y las naciones del mundo nunca fueron las mismas gracias a esto. La intercesión de Isaac a favor de su esposa estéril dio como resultado el nacimiento de Jacob, que se transformó en el padre de la nación de Israel (Gén. 25:21). Moisés habló con Dios «como habla un hombre con su amigo» y recibió la guía y la revelación del Señor para sus decisiones en el liderazgo (Ex. 33:11).
El mundo todavía tiene la Torá y los Diez Mandamientos gracias a esto.
David hablaba con Dios «tarde, mañana y mediodía» (Sal. 55:17) y esta práctica lo llevó a escribir el libro más largo de la Biblia. Los Salmos contienen un sinnúmero de oraciones apasionadas en forma de canción. Las intercesiones de Nehemías hicieron que Israel reconstruyera milagrosamente los muros de Jerusalén en tiempo récord. Puedes visitar esta ciudad, y ver una parte del muro de Nehemías que sigue en pie hasta hoy. Daniel valoraba tanto su tiempo con Dios que lo consideraba una prioridad tres veces al día, y estuvo dispuesto a sacrificar su vida antes de abandonar su tiempo de oración.
Desde José hasta Jeremías, y de Ana a Oseas, la Escritura está repleta de personas que descubrieron que Dios verdaderamente escucha y responde a los que se acercan a Él con fe. Elías fue un ejemplo vivo de la oración respondida, y se transformó en una inspiración para los creyentes del Nuevo Testamento (Sant. 5:16-18).
Sin embargo, el modelo y el Maestro supremo de la oración sigue siendo Jesucristo. Después de Su nacimiento, a Jesús y a Su familia los recibió en el templo Ana, una viuda que servía al Señor en oración día y noche. Cuando Jesús comenzó Su ministerio público, se levantó de las aguas del bautismo, los cielos se abrieron y el Espíritu Santo descendió «mientras Él oraba» (Luc. 3:21-22).
Antes de elegir a Sus discípulos, Jesús pasó la noche orando a Dios. Mientras lo seguían, ellos fueron descubriendo Su hábito privado de levantarse temprano y orar antes de que saliera el sol (Mar. 1:35). Incluso mientras Su popularidad aumentaba exponencialmente, a menudo «Él se retiraba a lugares solitarios y oraba» (Luc. 5:15-16).
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´🌸‿.•*´¯ 🌸´♥🌸‿.•*´¯ 🌸 🌷 COMENZANDO TU DÍA BIEN

domingo, enero 01, 2023


La esperanza que se demora es tormento del corazón; Pero árbol de vida es el deseo cumplido.
Proverbios 13:12


       Que en éste nuevo año puedas ver delante de tus ojos todo lo que anhelas ✨


MUJER ERES LIBRE 👱‍♀👩🏻👩🏾

@Mujervasofragilperofirme
@Mujerereslibre
#Comenzandotudíabien
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miércoles, junio 15, 2022




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